martes, 1 de noviembre de 2011

EL VIEJO MUNDO FÍSICO Y EL CIBERESPACIO

Estamos en la sociedad de la información. La sociedad de la información (ver: <http://www.peremarques.net/si.htm>) supone una ruptura definitiva con la sociedad industrial, el modelo anterior de organización social. Con el impulso que proporcionan el frenético avance científico actual (sobre todo en campos como la microelectrónica y la bioingeniería) y la hegemónica visión neoliberal y globalizadora de la economía que las TIC hacen viable, rápidamente se van transformando los sistemas económicos y los perfiles profesionales, las pautas comerciales y las normas de convivencia; toda nuestra forma de vivir está en continuo cambio. Los nuevos instrumentos tecnológicos y las nuevas visiones del mundo que se instalan en los países más desarrollados, suponen el advenimiento de una nueva cultura que transforma rápidamente nuestra sociedad y ahonda las distancias con las sociedades menos evolucionadas.
La "sociedad de la información", modelada por el avance científico y la voluntad de globalización económica y cultural, tiene entre sus principales rasgos una extraordinaria penetración en todos sus ámbitos de los medios de comunicación de masas, los ordenadores y las redes de comunicación. En ella la información, cada vez más audiovisual, multimedia e hipertextual, se almacena, procesa y transporta sobre todo en formato digital, con ayuda de las TIC.
En la sociedad de la información aparece una nueva forma de cultura, la cultura de la pantalla que se superpone a la cultura del contacto personal y la cultura del libro. Además, junto al entorno físico con el que interactuamos, ahora disponemos también del ciberespacio, entorno virtual, que multiplica y facilita nuestras posibilidades de acceso a la información y de comunicación con los demás.
Con el advenimiento de Internet, al empezar el nuevo siglo nos encontramos nuevamente ante la necesidad de redistribuir nuestro tiempo disponible. Para poder utilizar estos nuevos canales debemos liberar el tiempo que ocupábamos en otros medios que antes merecían más nuestra atención: la TV, los videojuegos, las reuniones con amigos, la lectura de libros y revistas... Y es que ahora las personas podemos repartir nuestra vida, nuestra interacción con el entorno entre dos mundos: el mundo presencial, de naturaleza física, tangible, constituido por átomos, regido por las leyes del espacio, en el que hay distancias; y el ciberespacio, de naturaleza  virtual, constituido por bits, libre de las limitaciones que nos impone el espacio, sin distancias. No obstante, los dos mundos comparten un importante parámetro que rige nuestra vida: el tiempo. Nuestro tiempo sigue siendo de 24 horas cada día, con independencia de que las pasemos en el espacio real o en el ciberespacio. Nuestro tiempo diario y vital sigue estando limitado.

Estamos ante un nuevo mundo, supercomunicado, más accesible, dinámico, apasionante, lleno de posibilidades para el desarrollo personal y social, pero también lleno de nuevos retos y problemas. Y más allá de las preocupantes problemáticas de carácter ecológico, el mayor de estos problemas es la exclusión. Los países y las personas que no tienen la posibilidad de acceder a los nuevos instrumentos, a la nueva cultura, quedan marginados, excluidos y cada vez más alejados de este nuevo y prometedor mundo del que hablamos.

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